Esta semana estuve en Salta, Tucumán y Santiago del Estero, recorriendo las obras con las que estamos reactivando el histórico ramal C8 del tren Belgrano Cargas.

Un ramal que los argentinos construyeron en 1915, y que en los 90’ se desactivó casi por completo, con excepción de un tramo de 15 kilómetros que siguió funcionando hasta 2006, cuando el kirchnerismo lo terminó de apagar.

Un ramal fundamental para conectar por tren a las tres provincias con los puertos del Rio de la Plata y que, hasta ahora, era un ejemplo más del abandono de gran parte de la red de trenes de carga argentina. Una red que era de las más grandes del mundo y que, por malas decisiones políticas, pasó de ser un orgullo nacional que casi ningún país del mundo tenía, a ser matorrales y monte invadido.

Mientras veía el avance de esta obra monumental y charlaba con los trabajadores que le ponen el hombro todos los días para que el tren vuelva a correr por allí, pensaba en el coraje y el empuje de esos argentinos que hace 104 años construyeron un tren de carga en el medio de la nada. Que buscaban convertir esa “nada” en una herramienta invaluable para desarrollar una zona más productiva y pujante en el norte de nuestro país.


Y ese orgullo que tenían aquellos trabajadores es algo que no pudieron desactivar y que nunca nadie va a poder apagarlo. Porque el orgullo que sentimos los argentinos, cuando vemos que somos parte del progreso y de promesas que se cumplen, es enorme. Un orgullo que estamos recuperando en todo el norte argentino, con 500 kilómetros de vías hechas a nuevo, con 1.000 nuevos vagones y 40 locomotoras que reemplazan a material rodante con más de 70 años en servicio.

Una transformación gracias a la que, en el primer semestre de 2019, el Belgrano Cargas transportó 180% más toneladas que en el mismo período de 2015. Carga que es el fruto del trabajo y el esfuerzo de miles de argentinos, y que se exporta a cada vez más países alrededor del mundo.

Las cifras no mienten. No son relato. Son la muestra de un potencial enorme que tenemos y que, lamentablemente, nos estábamos resignando a dejar atrás. Porque en 2016, cuando hablamos con los productores agrícolas de la zona y les contamos que íbamos a reactivar el tren, no nos creían.

Me dijeron que en aquel momento, cuando el equipo les mostró el plan, pensaron: “estos verseros, vienen acá a decirnos cualquier cosa, piensan que porque estamos lejos en el interior no nos damos cuenta”. Pero no era verso. La obra está, hoy la ven y saben que el tren está volviendo.

Y vuelve mejor que nunca, porque ahora el tren de cargas puede transportar hasta cien vagones con 44 toneladas cada uno. Porque viajan más rápido: en 2015 su velocidad era de entre 5 y 12 kilómetros por hora y ahora, en los tramos renovados, viaja a 40 kilómetros por hora. Esto significa que un tren que sale de Salta llega a Rosario en 7 días, cuando antes tardaba 15. Y, cuando terminemos las obras, va a llegar en 3.

También tienen 50% más frecuencias y donde antes salían 4 trenes por día hoy salen 6. Y, además, con más trenes y más carga en las vías, hay más seguridad. Porque hoy, el 100% de los trenes de carga tiene frenos automáticos que evitan descarrilamientos y accidentes. En 2015 no tenían. Ninguno.

Este es el cambio que está liderando Mauricio Macri en cada rincón de la Argentina desde hace tres años y medio. Un cambio que viene a devolvernos la esperanza y todas las herramientas que creíamos que habíamos perdido en cada rincón del país. Porque, hoy, la decisión de Mauricio es clara: donde haya carga y trabajo, el ferrocarril va a llegar.