La Red Integrada de Ciclovías Protegidas responde a comprobaciones fehacientes acerca de las necesidades de los porteños.

Lo complejo del tránsito urbano por el aumento de su densidad, sobre todo en la zona céntrica, configura una de las principales preocupaciones del gobierno local. Con miras a agilizarlo de manera razonable, las autoridades han iniciado la construcción de una red de ciclovías y bicisendas que, incluso antes de haber entrado oficialmente en servicio, está siendo indebidamente utilizada para que desprejuiciados automovilistas estacionen sus vehículos dentro de ellas, incurriendo en flagrantes infracciones a las reglamentaciones viales vigentes.

La denominada Red Integrada de Ciclovías Protegidas responde a comprobaciones fehacientes acerca de las necesidades de los porteños. De acuerdo con consultas y estudios realizados, el 60 por ciento de los viajes efectuados dentro de la ciudad de Buenos Aires no excede los cinco kilómetros de recorrido. Y alrededor del 61 por ciento de quienes los realizan estarían dispuestos a hacerlos en bicicleta, siempre y cuando, claro, se los ponga a resguardo, mediante sendas exclusivas e infranqueables, del acoso del tránsito automotor.

En la zona sur de la metrópoli han empezado a tomar forma los tramos de una traza de la cual están siendo construidos los primeros 25 kilómetros, que serían liberados al uso público durante este verano; en una segunda etapa, prevista para el año próximo, esa red sería alargada en otros 60 kilómetros. Una vez terminada, la innovadora y positiva iniciativa entrelazaría a Plaza Italia, Retiro, Once, el Correo Central y la plaza Constitución.
Se trata de carriles de más o menos dos metros de ancho, ubicados a la izquierda de la calzada, como, por ejemplo, ya se puede apreciar en la calle Rincón, del barrio de San Cristóbal. Sólidas tiras de hormigón, pintadas de amarillo y enclavadas en el piso, los separan de los carriles por donde circulan los automotores.

El sistema, está dicho, aún no ha sido habilitado. Sin embargo, numerosos automóviles son estacionados por horas en la bicisenda, bloqueando por completo el andar de los escasos ciclistas que, ya enterados de cuál es la finalidad del esquema, pretenden empezar a sacar provecho de él.

Es obvio que los aprovechados automovilistas incurren en doble pecado: hacen caso omiso de que en las calles de una sola mano está prohibido estacionar sobre la izquierda y, además, invaden el sendero reservado, del que están excluidos, al igual que también debiesen estarlo los motociclistas.

Resulta evidente que ni a los policías ni a los por allí inexistentes miembros de la Guardia Urbana los conmueve tal inconducta, que hasta parecen alentar con su indiferencia. Se trata de un mal comienzo, pues, para este elemento esencial del Programa Bicicletas de Buenos Aires, con el cual el gobierno porteño aspira a que este medio de transporte individual se convierta en uno de los preferidos, como ocurre en diversas ciudades de Europa y Asia.