Si bien ya había corrido la maratón del Ironman, estaba encarando mi primera maratón propiamente dicha. El entrenamiento fue muy flojo, fruto del agotamiento de todo un año entrenando al máximo. Faltó intensidad, fondo y periodicidad. En cuanto a los fondos hice uno de 15, 21, 25 y 15 el fin de semana anterior.

Pero por sobre todo lo que más escaseaba era la motivación. Nada me movilizaba a correr la carrera excepto el compromiso que me había tomado conmigo de correrla. Lo positivo de esto que llegué a la misma sin ningún tipo de presión.
Me desperté a las 5.30, desayuné a las 6h, me pasó a buscar el Negro Scarabino a las 6.50; pasada técnica por el baño, para largar 7 y treinta y pico. Largamos con el Negro corriendo a 4,45/4,50. Cuando pasamos por Callao, estaba Javi esperándonos en la bici. La asistencia de Javi fue muy importante acercando agua, Gatorade, y consejos… hasta el km 15, donde pinchó una rueda de su bici.

La falta de entrenamiento, y quizá el hecho de haber salido un poco más rápido de lo debido ya se sintió pasando el kilómetro 10, con un pequeña molestia en el anca. Hicimos los primeros 10 kilómetros en 49 minutos, los segundos en 51 y la media maratón en 1 hora 45.

Hasta ahí estaba todo bien, si bien el Negro se había alejado un poco, y por el desconcierto de la desaparición de Javi me desconcentré un poco. Sentí sed, fruto de no haberme reabastecido en el puesto del kilómetro 15, pensando que estaba Javi. Willie Casagrande y Lili también habían aparecido durante este periodo, influyendo con su aliento y compañía. En el km 20 pasamos por la concesionaria Ford de Dietrich, donde estaban Luli, Pablito, Olivia, hernan, Cotty y Maika. La banda que habíamos contratado se puso a tocar: “Y vamos Guillo, vamos vamos Guillo!”

Del kilómetro 20 al 30 es quizá donde más fallé, ya que todavía no estaba cansado, y comencé solo a aflojar el ritmo, perdiendo totalmente al Negro, dejando ir al pelotón de 3,30. Estos 10 kilómetros los hice en 5.30, pero se podrían haber hecho entre 5 y 5.15.

Ya después del kilómetro 30 todo fue totalmente cuesta para arriba. Logré meterme un poco en el pelotón de 3,40 por el kilómetro 33, pero no los pude seguir más de 1 kilómetro; si las piernas no acompañaban mucho, menos la cabeza. No tenía el hambre del Iron Man, para olvidarme de todo.

El comienzo de ampolla, como siempre, me empezó a molestar en el kilómetro 10. Luego lo más doloroso fueron los cuádriceps, que cada vez más costaba moverlos. La recta de los Inmigrantes se hizo eterna. La vuelta de esa recta, más larga aún. La lucha para no caminar fue titánica. Paré en un puesto a tomar agua y gel, y tome conciencia lo que podía implicar la decisión de caminar. Seguí a paso bien lento.

Milagrosamente en el km 36 apareció el Pelado Castroman. Se puso al lado mío, y comenzó a dirigirme: “Levantá un poco mas las piernas”, “Mirá para adelante”, “Conectá con este, con aquel”. Mariano Alvarez me había conseguido una Red Bull (ya me había tomado una en el kilómetro 22, que me había conseguido Willie). En el kilómetro 38, vienen unas subidas que parecían el Everest. Llegamos al 39, donde aparece Javi y se pone a correr al lado, y a alentarme. También aparece Sergio Scherz con su bici, y en la llegada también se suma Mariana. Pasamos el 41, entramos en Plaza de Mayo; de a poquito voy levantando el ritmo, entramos en la Av. 9 de Julio. Se ve el Obelisco, lo pasamos; se ve el arco, apuro el ritmo, vuelvo a correr a 5, siento que en cualquier momento la piernas se terminan de acalambrar y quedan inmovilizadas, y pasamos la meta en 3.53.

El objetivo era 3.30, estuve muy lejos. Pero no hay que olvidar que los últimos dos meses estuve flojísimo de entrenamiento, y mi motivación era nula para la carrera. Estas carreras se corren con la cabeza, y la cabeza se mueve con el hambre de gloria. Pero también se corren con las piernas, y para ello hay que entrenar muy duro.

Pasamos la meta con Javi, creo que estaba más destruído que en el IronMan. A los 200 metros me tiré al piso, y me acalambré toda la pierna derecha. El pelado estuvo 20 minutos elongándome, y sacándome los calambres que volvían recurrentemente.

Nos volvimos con Javi caminando a casa. Las piernas doloridas, pero mucho mejor. El martes corrí 3,5 kilómetros, lavé las piernas, y ya las sentía muy bien.