Buenos Aires es una vidriera de la Argentina y gobernarla es gestionar esa intensidad, encontrarle una salida vital y productiva, no ahogarse en ella y en la serie interminable de problemáticas que todos los días se multiplican. ¿Cómo hacerlo? Logrando combinar nuestras ideas, nuestros proyectos y nuestros objetivos con la realidad cotidiana. Un mix nada sencillo entre idealismo y pragmatismo. Lo que llamamos “cambio cultural”, es eso: ni aceptar resignadamente las peores pautas culturales porteñas (“esto siempre fue así y jamás va a cambiar. Esto no es Copenhague”) ni tampoco plantear un vanguardismo abstracto sobre la base de la importación de modelos urbanos de laboratorio. Correr la frontera de lo posible exige la síntesis de no entregarse a la comodidad del status quo ni a la de la revolución acrítica.

La gestión porteña te presenta ese desafío inmediatamente. Cómo hacer que los habitantes de nuestra Ciudad crean y sientan que es posible una forma mejor de vivir, de transitar y de movilizarse. Que nosotros también podemos hacer eso que admiramos tanto cuando viajamos afuera, que es cuestión de animarse a romper con la inercia. El caso de la bicicleta es, para mí, el ejemplo emblemático: el concepto de movilidad sustentable hoy no podría siquiera imaginarse sin aquel paso fundamental que dimos al promover activamente el uso de la bici, creando una infraestructura hasta entonces inexistente en Buenos Aires. Todavía recuerdo cómo en la asunción de su segundo mandato como Jefe de Gobierno Mauricio Macri contó que soñaba con “una Ciudad llena de bicicletas”, discurso que motivó un aluvión de comentarios sarcásticos por parte de la oposición porteña. Muchos decían en aquel momento que este deseo era un ejercicio de “tilinguería”, y hasta la oposición había anunciado en la campaña que, de ganar, levantaría la Red de Ciclovías ya en marcha.

En ese contexto y con esas incertidumbres, nació el programa Mejor en Bici. Empezamos de a poco: los primeros tramos de ciclovías los hicimos en las calles de baja densidad, para probar. Luego, apostamos por la promoción: la conexión por el bajo porteño fue acompañada por el lanzamiento del sistema Ecobici que empezó con tres estaciones manuales en Correo Central, Retiro y Facultad de Derecho. En paralelo, coordinamos con el sector privado: con las bicicleterías, los garages, las ONG´s y con las empresas para que desarrollen planes de movilidad sostenible. Y lanzamos la línea de financiamiento del Banco Ciudad.

Casi 11 años después, la Red de Ciclovías Protegidas ya suma 250 kilómetros de extensión y Ecobici, primer sistema público de bicicletas compartidas de toda la Argentina, ha ampliado su extensión y se ha modernizado. Esto se vio reflejado en el crecimiento de los ciclistas: mientras que en el año 2009 sólo el 0,4% de los viajes de la Ciudad se hacían en bicicleta, en 2019 ese porcentaje se multiplicó por 10.

Así nos encontró a los porteños el COVID 19, con un cambio cultural y de la movilidad en marcha, que hoy se ve reflejado en nuestras calles: según relevamientos del Gobierno de la Ciudad, la circulación durante la cuarentana ya presenta crecimientos de hasta el 114% en algunos tramos con respecto a 2019. Además de las estadísticas, ya hay signos alentadores que nos informan las Cámaras del sector sobre el repunte en las ventas y vemos todos los días las colas de porteños en las veredas de las bicicleterías.

Es que además de ser un modo sustentable y seguro, en este contexto, la bicicleta adquiere un valor social y sanitario: libera un asiento en el transporte público para los trabajadores que tienen que hacer viajes más largos o el espacio de un auto que comprime el flujo vehicular. Así, quienes tienen que realizar viajes cortos están volcándose a la bici.

En el mundo también las políticas de promoción de la bicicleta están cambiando la vida urbana: en Bogotá ya ampliaron su red con 84 kilómetros de ciclovías temporales para dar respuesta al reinicio de actividades. Lima, México y otras ciudades del interior de la Argentina van en esa dirección. La alcaldesa de París logró renovar su mandato en el medio de la pandemia con una propuesta urbana muy agresiva en términos de movilidad ciclista: los viajes en bicicleta ya crecieron un 50% en 2020 con respecto al año anterior, y esto fue gracias a una nueva red troncal de ciclo-avenidas y la decisión de volver 100% ciclistas algunas otras calles como la mítica Rue de Rivoli. Ver cómo Buenos Aires sigue liderando esta transformación urbana me llena de orgullo por el equipo que me ayudó a planearlo y ejecutarlo en 2009, y por el liderazgo de Mauricio y Horacio que no dudaron, contra todas las críticas, de que este era el camino en el que teníamos que embarcarnos para lograr un cambio innovador, moderno y permanente para los porteños, y para contagiarlo al resto del país.