Cuando sos chico, el aprendizaje de andar en bici contiene una valiosa filosofía. No es sólo la búsqueda de equilibrio, arriba de lo que a esa edad parece una montaña metálica. No es sólo la conquista de estabilidad mientras tus pies temerosos buscan (sin conseguirlo) el suelo. Es saber que te vas a caer, que irremediablemente vas a besar el pasto, pero que esa caída es parte del aprendizaje, que no hay otra forma de conseguirlo. Los chicos encuentran en la bicicleta una maravillosa filosofía. Imagínense: un vehículo en que la estabilidad se consigue con el movimiento y se pierde con el reposo; un vehículo cuyo motor es tu esfuerzo ; un rodado que permite que los chicos conquisten autonomía, que exploren la cuadra, la plaza, el parque, los caminos de su club y que amplíen su experiencia del mundo. Y todo con un mecanismo que sobresale por su simpleza y no por su abundancia. Dicen que el águila tiene una anatomía que le permite, entre todos los seres de la tierra, el mayor desplazamiento en relación a la energía gastada; en segundo lugar viene el ciclista.[lightbox link=»http://www.guillodietrich.com/wp-content/uploads/2016/08/Ciclovía-niños.jpg» thumb=»http://www.guillodietrich.com/wp-content/uploads/2016/08/Ciclovía-niños-181×300.jpg» width=»181″ align=»right» title=»Ciclovía niños» frame=»true» icon=»image»]
Jeff Speck, planificador y promotor de la ciudad caminable, decía que uno de los mejores indicadores de la calidad de vida de una ciudad es cuán fácil es para un chico o un adolescente moverse en sus calles. Hubo una época en que la calzada era el campo de juego de los niños. El pavimento era la cancha de fútbol en que, muy cada tanto cuando pasaba lento un auto y los interrumpía con un bocinazo, debían agarrar la pelota y hacerse a un lado, para retomar el juego unos segundos después. La violencia urbana y vial y la excesiva motorización de la ciudad ha desplazado al juego infantil del espacio público. Pero últimamente se registra un fenómeno alentador en todos los municipios que tienen ciclovías: los chicos han recuperado ese pedazo de la calle para pedalearlo junto a sus familias. Si se fijan bien, cada vez son más. Así los chicos encuentran una nueva oportunidad para sentir esa emoción y energía inconfundible de moverse en bicicleta.