El lunes pasado viví una de las experiencias que más me emocionaron como funcionario, pero sobre todo como ciudadano. Me tocó ser testigo privilegiado en el viaje de inauguración del tren que volvió a unir la Ciudad de Buenos Aires con Mar del Plata, que pudimos activar después de casi dos años de estar parado. Recorrí las estaciones en 12 localidades y hablé con los vecinos y trabajadores: estaban muy conmovidos porque el tren volvió a pasar.

El viaje arrancó temprano en la estación Constitución. A las 8.45 se empezó a mover la locomotora con diez coches, con capacidad para transportar a 559 personas. [lightbox link=»http://www.guillodietrich.com/wp-content/uploads/2017/07/GD-MDQ-envio-ultima-parte-small.jpg» thumb=»http://www.guillodietrich.com/wp-content/uploads/2017/07/GD-MDQ-envio-ultima-parte-small-472×295.jpg» width=»472″ align=»right» title=»GD MDQ envio ultima parte- small» frame=»true» icon=»image»]

Después de salir de la ciudad, la formación empezó a entrar en zona rural y todos aprovechamos para conocerlo por dentro. El servicio era excelente: ambientes climatizados, dispensers con agua fría y caliente de uso gratuito, un coche comedor que vendía bebidas y comida, baños adaptados para personas con movilidad reducida y hasta una biblioteca.

La primera parada fue Brandsen, la más antigua, donde todavía se pueden encontrar esos teléfonos a manivela antiguos, un símbolo de la historia de los ferrocarriles argentinos.

Chascomús fue la segunda. Ahí aproveché para subirme a la locomotora con los conductores. Uno de ellos era Rubén Veiga, de 64 años años y ferroviario desde hace 42, que me dijo: “Este trabajo me da orgullo. Cuando veo la alegría de la gente en cada pueblo me emociono”. Mientras lo escuchaba, pensaba en las 50.000 personas que van a usar este servicio por mes. Ese es nuestro compromiso: conectar a los argentinos, darles el transporte de calidad que se merecen.

El tren a Mar del Plata le dará vida a muchas localidades rurales que perdieron actividad cuando dejó de pasar. Por ejemplo, Lezama, la tercera estación que recorrí, que además va a ser cabecera del otro servicio que activamos desde Constitución, con 5 paradas intermedias.

Después de pasar por Castelli, llegamos a Sevigné. En cada parada encontré una historia ligada al ferrocarril, por ejemplo la de Gustavo Luján, Jefe de estación. Él es ferroviario hace 30 años y siempre vivió en este pueblo. También estuve con Darío Beltrachini. Su abuelo era jefe de estación, su padre también y ahora él es inspector del ramal. Los dos estaban compartiendo ese momento tan especial con sus familias y amigos.

En Dolores conocimos a Victoria Alderete. Contó que cuando era chica iba a bailar a Chascomús en tren. “Que vuelva a funcionar nos levanta como pueblo, lo estábamos esperando tanto”, dijo con mucha alegría. Después seguimos camino a General Guido.

Algo parecido dijo Mónica Zapata, una vecina de Maipú: “El sonido del tren está muy presente en mi niñez y estoy contenta porque mis hijos van a vivir esa experiencia. El tren es el patrimonio cultural de los pueblos. Es la cercanía, un puente entre ciudades”.

Después pasamos por Las Armas y por General Pirán. Ahí conocí a un grupo de chicos de la Escuela 502, que habían ido a recibirnos, y los invité a subirse. Todavía sonrío cuando recuerdo la felicidad en sus caras: era la primera vez que conocían un tren.

Antes de llegar, recorrimos Coronel Vidal y Vivoratá. Ahí se subió al tren la gobernadora María Eugenia Vidal y nos acompañó hasta Mar del Plata. También invitamos a subir a dos vecinas de la localidad. Bety Azurmendi nos contó que vive hace 36 años en el pueblo y que usaba el tren para ir a estudiar enfermería y hacer las compras. “Estoy muy contenta por estar acá sentada, viajando tan cómoda”, nos dijo.

Llegamos a Mar del Plata. Volvimos a hacer funcionar el tren y esta vez es para siempre, porque está bien hecho. Ya no es una promesa: lo pueden ver todos y lo van a disfrutar todos.