Hay un libro que dejó una fuerte marca en la forma en que pienso la planificación urbana. Se llama La ciudad al nivel de la visión (The city at the eye level), de autores múltiples y editado por Meredith Glaser. Hace poco me enteré que se publicó una segunda edición que los autores ofrecen descargar de forma gratuita en idiomas inglés y portugués (esperemos tener en breve una versión española). Por eso quería compartirlo con aquellos que tienen interés en este tema.

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El libro comienza con esta declaración de principios: la ciudad no es sólo un entorno funcional sino un entorno de experiencias. En las últimas décadas, el aspecto funcional ha tenido un lugar dominante debido a impronta de la escuela modernista de Le Corbusier que pensaba la ciudad como una “máquina para habitar” y el tránsito como un engranaje de esta máquina. Cuando hablamos de “funcionalismo” nos referimos a un enfoque que piensa que cada área de la ciudad debe cumplir una función específica separada del resto: un área comercial (apuntando a la concrentración de los locales, por ejemplo, a través de shopping mall o galerías), un área de edificios gubernamentales, un área parquizada, un área residencial alejada de las anteriores y muchas veces en la periferia. Los autores del libro creen que luego de varias décadas de funcionalismo en la planificación, algunos aspectos deben ser corregidos. Esto implica colocar más atención a la experiencia de las personas a pie, a la calidez del entorno y a la urbanización desde la huella que deja en nuestra mente. La visión funcionalista de la ciudad de separar las áreas por funciones implica traslados más largos, una ciudad menos compacta y mayor dificultad para quienes no tienen auto.

La calidad de vida en las ciudades está volviendo a ser debatida, y es un tema que me interesa mucho. Hay muchas razones atrás de este retorno del interés por la ciudad. La economía del conocimiento como nuevo paradigma, la creciente indiferenciación entre áreas residenciales y comerciales, el crecimiento imparable de la población urbana, el retorno al centro de la ciudad de familias cansadas del aislamiento que experimentaban en barrios privados periféricos, y la multiplicación de los hogares de una y dos personas, son tendencias globales que se registran en todos los países. Todos estos fenómenos, que son analizados en el libro, contribuyen a la valorización de la ciudad.

Las ciudades han sido tradicionalmente espacios de intercambio de bienes, cultura y conocimiento. Durante mucho tiempo en las calles estaba integrado el tránsito con la vida social: mercados ambulantes, chicos jugando a las escondidas, vecinos que se detenían en la calzada a conversar, el espacio era compartido por peatones, tranvías, trolleys, bicicletas y ningún modo era dominante. Según los autores eso cambió en las décadas de 1960 y 1970 cuando intervenciones de gran escala en el tejido urbano enfatizaron la función del tránsito por sobre la vida social y el intercambio en el espacio público. Existieron también críticos de este modelo como Jane Jacobs, Kevin Lynch y Gordon Cullen, que defendían la importancia de la escala humana. Se reclamaba que, al momento de diseñar calles y aceras, el planificador se colocase a la altura de la visión de una persona a pie y trazase distancias y superficies que facilitasen su accesibilidad.

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Algo que disfruté mucho del libro es como ilustra el cambio que se da a fines de la década de 1980, cuando los desarrolladores urbanos y especialistas en movilidad empiezan a tomar conciencia de que la viabilidad de la ciudad depende de la capacidad de conectar las diferentes escalas. Son debates que he comprobado se dan en todas las ciudades y que yo he vivido como funcionario público.

El libro es muy recomendable y quienes deseen acceder a él y se animan a leer inglés o portugués (por lo menos hasta que esté disponible la versión española) pueden descargarlo sin costo en: http://www.thecityateyelevel.com